miércoles, 7 de marzo de 2007

Compartir espacio y tiempo

En la actualidad existe una importante fragmentación de la estructura social, la cual toma mayor fuerza frente a los diferentes procesos de individualización. Este es un problema, que entre otras cosas, afecta al concepto de socialización y desestabiliza las identidades sociales, pues rescatan los intereses particulares, sin preocuparse por un reconocimiento de las necesidades colectivas, lo que genera una de las características más presentes en nuestra sociedad: La indiferencia.

El problema de la indiferencia, se relaciona de manera directa con las dificultades que existen para convocar a tareas colectivas que fortalecen vínculos simbólicos y afectivos, y que permiten una construcción de pertenencia. Los niños son el sector más vulnerable ante este problema.

Esta nueva forma constitutiva de la sociedad basada en la lejanía o la indiferencia, se encuentra permanente en los niños y su entorno. De ahí que cada vez más, los niños generan relaciones fugaces y poco trascendentes debido al poco interés que se presta a la vida o condiciones de los demás. El niño se empieza a construir desde sus propios intereses y renuncia a la interacción social sobre todo cuando ésta lo demanda o compromete.

Es por eso que es necesario fortalecer las acciones sociales entre los niños orientadas al funcionamiento de los valores comunitarios, de tal manera que ellos encuentren dentro de su mismo entorno la idea de pertenencia, reconociendo así las características propias y particulares que los hacen distinguibles frente a los demás, sin que esto implique el conflicto entre las diferentes edades y personalidades, sino el reconocimiento de la diversidad y el enriquecimiento en la relación con ellos. La convivencia establece diferencias y semejanzas, que asumidas de manera consciente, ayudan a reconocer tanto los contrastes como las afinidades con los demás niños, hecho que estimula la tolerancia y el enriquecimiento en su desarrollo.

Compartir el patio, más que compartir un espacio físico, es compartir un espacio simbólico, pues es a través de la convivencia que se permite la experimentación de emociones y lazos de pertenencia e identificación, donde pueden establecerse vínculos de cooperación: ayudar a otras personas, necesitar y confiar en “los demás” genera una movilidad de los sentidos y cada acción adquiere un significado importante, pues está mediada simbólicamente por un proceso de significación. Es importante saber interactuar en forma natural y espontánea con el mundo que nos rodea. Juegos como los encantados, las canicas, el trompo, las rondas infantiles, etc., son juegos participativos, donde se desarrollan actividades de cooperación, competencia, tolerancia a la derrota, orientación al logro de las tareas sin la necesidad de un premio a cambio. Todos estos juegos desarrollan indirectamente habilidades y actitudes que ayudan a los niños a desenvolverse con responsabilidad frente a los requerimientos sociales y afectivos para enfrentar con mejor éxito su futuro. La tecnología, en especial los videojuegos y el Internet, han propiciado que los niños sean más individualistas y solitarios, fomentando actitudes de intolerancia que se reflejan en su incapacidad para trabajar en equipo, negociar, compartir; se acostumbran a seguir sus propias reglas sin preocuparse por su entorno. Se acostumbran a no esforzarse. Un cerebro sano implica el desenvolvimiento de los tres estados esenciales para el crecimiento de la persona: el saber, el querer y el hacer. El cerebro que es expuesto a retos y responsabilidades es un cerebro vigoroso, capaz de afrontar cualquier adversidad, pues sabe buscar activamente la mejor opción para solucionarla.

Siguiendo nuestra filosofía humanista, debemos adquirir una conciencia y preocupación por el rescate de los vínculos sociales, debemos fomentar y crear espacios de identificación. Ayudemos a los niños a ser más sensibles, tolerantes, a convivir y compartir espacios y tiempos que puedan traducirse en su enriquecimiento y desarrollo social. Démosle a los niños herramientas para mejorar su calidad humana, y desde ahora construyan una mejor sociedad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Justamente el ritmo al que se vive en la grandes ciudades modernas nos arrastra en una dinámica individualista en la que el fenómeno de la deshumanización se presenta a veces en forma dramática, como el caso en que, siendo testigos de un asalto a plena luz del día, nadie interviene, o cuando las multitudes transitan frenéticas por la calle salvando un obstáculo en el piso al que apenas le prestan atención, a pesar de que se trate de un indigente en agonía. Saludos.